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¿POR QUÉ LAS VACUNAS SÍ FUNCIONAN?
En el último año han surgido desinformaciones que hacen dudar a las personas de la efectividad de las vacunas contra la COVID-19. En este episodio de La Luciérnaga te contamos, con datos verificados y con información de especialistas, por qué los estudios y la evidencia científica demuestran que las vacunas son seguras y que sí funcionan.
Narración: ¡Hola! Esto es La Luciérnaga, un espacio de información confiable para protegernos de la desinformación. La Luciérnaga forma parte de Fáctica, el proyecto de verificación del medio de comunicación Ocote.
Hace dos años inició la pandemia de COVID-19. La COVID-19 es una enfermedad producida por un virus, un coronavirus, que científicamente se llama SARS-CoV-2.
La COVID-19, con las diversas variantes, puede tener efectos graves, como dificultad para respirar, fiebre, cansancio, en algunos casos la pérdida del gusto y el olfato. Algunos de estos síntomas pueden durar semanas o meses después de haber pasado la enfermedad. La COVID-19 también ha causado la muerte de más de seis millones de personas en todo el mundo y al menos 17 mil en Guatemala.
En un tiempo récord para la ciencia, menos de un año después de haber empezado la pandemia, ya se habían aprobado las primeras vacunas contra la COVID-19. Estas vacunas han ayudado a disminuir el riesgo de que nos enfermemos gravemente y los efectos del virus en nuestro cuerpo.
Es normal tener dudas de cómo funcionan estas vacunas, de sus efectos secundarios y de cómo nos defienden contra la COVID-19, pero no te preocupes. Aquí vamos a ayudarte a resolverlas.
Según la Organización Panamericana de la Salud, las vacunas que previenen otras enfermedades, salvan entre 2 y 3 millones de vidas cada año en todo el mundo, y protegen a las personas contra enfermedades que pueden causar la muerte. Así, se han controlado enfermedades como la viruela, la tuberculosis, la hepatitis y la poliomielitis y ahora, la COVID-19.
Pero, ¿de qué están hechas las vacunas?
Durante siglos, las epidemias afectaron a personas de todo el mundo, provocando muchas enfermedades graves y muertes. Pero en 1796, el médico inglés Edward Jenner descubrió una forma de proteger a las personas de la viruela con el desarrollo de la primera vacuna. Durante 226 años, miles de científicos en el mundo han seguido trabajando para desarrollar vacunas.
Las vacunas están formadas principalmente por dos tipos de componentes: los que ayudan a protegernos contra las enfermedades y los que ayudan a que las vacunas mantengan sus propiedades.
Todos los ingredientes son seguros, e incluso se pueden encontrar en alimentos que consumimos todos los días.
Por ejemplo, los ingredientes que ayudan a mantener estables las vacunas desde que se fabrica hasta que están listas para ser aplicadas, tienen sales y azúcares. También tienen grasas, que sirven para ayudarles a cumplir su función.
Algunas vacunas tienen un fragmento del material genético del virus que provoca la enfermedad. Pero es imposible que nos enfermen.
Por ejemplo, algunas vacunas que se aprobaron contra la COVID-19, como Moderna y Pfizer, que tienen la tecnología que se llama “ARN mensajero”. Esto significa que estas vacunas tienen un fragmento inofensivo de material genético del coronavirus. Este fragmento le enseña a las células del cuerpo a crear una respuesta inmune contra la COVID-19.
Otras vacunas, como Astra Zeneca o Janssen utilizan otro tipo de tecnología, llamada vector viral. Este “vector viral” es también un fragmento inofensivo de virus pero fue modificado. No es el mismo virus que causa COVID-19, pero tiene la misma función: que el cuerpo sepa cómo defenderse si nos contagiamos.
Cuando el sistema inmune responde, aprende y se desarrolla, el cuerpo descarta todos los ingredientes de la vacuna, porque ya no los necesita.
Nancy Virginia Sandoval es una médica, especialista en Enfermedades Infecciosas y hasta 2022 fue la presidenta de la Asociación Guatemalteca de Enfermedades Infecciosas de Guatemala. La doctora Sandoval explica que, si nos pusieron la vacuna y nos encontramos frente a un virus, nuestro cuerpo lo va a reconocer más fácilmente y vamos a generar anticuerpos para luchar contra la enfermedad.
Nancy Sandoval: Las vacunas ponen en marcha nuestras defensas naturales del organismo. Si nos encontramos frente al virus y nos vacunaron, nuestro sistema inmune le dirá: ¡Adiós, aquí no vas a ocasionar ninguna enfermedad grave porque acá te destruyo!
Narración: Nuestro sistema inmune está diseñado para recordar contra qué enfermedades peleó, para combatirlas de nuevo si nos volvemos a enfermar. Por eso, algunas personas que se contagiaron de COVID-19 desarrollaron defensas contra la enfermedad.
El problema es que esta inmunidad no siempre es duradera, depende de cada persona. Y hay personas que, aunque tuvieron COVID-19, no desarrollaron estas defensas.
Por eso, son necesarias las vacunas. La doctora Nancy Sandoval me ayuda a explicártelo:
Nancy Sandoval: Las vacunas son tan eficaces que en vez de tratar una enfermedad cuando esta aparezca lo hará durante algún tiempo. Gracias a la vacuna se va a reducir la enfermedad y vamos a tener un modo de combatirla más adelante si en el futuro nos exponemos o nos enfrentamos al virus.
Narración: Quizás hayas escuchado hablar del término “eficacia de una vacuna”. Este concepto nos indica qué tan probable es que una persona desarrolle una enfermedad después de haberse vacunado.
Te pongo un ejemplo. Si una vacuna tiene una eficacia del 90 % significa que, si 100 personas con la vacuna se contagian, solo 10 de ellas tendrían más posibilidad de desarrollar una enfermedad grave.
Estos porcentajes se calculan a partir de ensayos controlados y de estudios donde se toman en cuenta diferentes grupos de personas, entornos y condiciones.
En Guatemala, hasta marzo de 2022 se han utilizado cuatro marcas de vacunas: Sputnik V, Moderna, Pfizer, y Astra Zeneca.
Según los laboratorios que hicieron cada vacuna, Sputnik tiene un 97.6% de eficacia, Moderna un 94.1%, Pfizer un 91,3% y AstraZeneca un 76%.
Si ya te vacunaste, o si conoces a alguien que se vacunó, quizás sabes que las vacunas contra la COVID-19, igual que otras muchas, pueden causar efectos secundarios.
A algunas personas les han dado síntomas leves, como fiebre, escalofríos, dolor muscular, cansancio o náuseas, o han presentado dolor e hinchazón en el lugar en el que se colocó la vacuna.
La mayoría de estos síntomas desaparecen por sí solos en pocos días. Se pueden suavizar con descanso, abundantes líquidos y medicación para el dolor y la fiebre, si es necesario.
Nancy Sandoval: Si a una persona le duele el sitio de la inyección, puede colocar un paño húmedo o un hielo envuelto una toalla para refrescarse el sitio, también se puede tomar acetaminofén o paracetamol que no habría ningún problema. Estos son efectos secundarios esperados normales
Narración: Los síntomas después de la vacuna son un signo de que el organismo está trabajando para desarrollar la protección contra la COVID-19. Aunque no todas las personas tienen efectos secundarios, y eso no quiere decir que la vacuna no sea efectiva. La vacuna protege de enfermedades graves, tenga o no efectos secundarios.
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